Carlos Escande lidera desde 2013 el Laboratorio de Patologías del Metabolismo y el Envejecimiento. Llegó al instituto luego de ser seleccionado con el último llamado internacional para jóvenes líderes que tenía un fondo por cinco años con el objetivo de entender los mecanismos de evolución de las patologías del metabolismo como obesidad, diabetes y enfermedades cardiovasculares. Los resultados del trabajo científico llevaron a su equipo a sumarse a un nuevo desafío en conjunto con investigadores de otros laboratorios del instituto: emprender el camino del desarrollo de fármacos y crear una empresa.
Once años después, el camino científico y empresarial están en marcha y dando frutos a través de Eolo Pharma, que en estos meses lleva adelante la fase 1 de un fármaco contra la obesidad y la diabetes tipo 2.
Sobre los retos que eso supone y la investigación de enfermedades como la obesidad, que se considera una de las principales amenazas de la salud pública, Escande conversa en esta entrevista.
¿Qué hitos destacás desde la instalación de tu laboratorio en el instituto?
Uno de los grandes logros que resalto es la construcción de un equipo multidisciplinario, con un grupo muy sólido, tanto desde el punto de vista científico como humano, e integrado por personas que hace mucho tiempo que trabajan en el laboratorio. Además, trabajamos casi desde los inicios del laboratorio en estrecha colaboración con el grupo de Carlos Batthyány y de Virginia López. Este fuerte vínculo nos permitió potenciar nuestra ciencia y lo que surgió después: la creación de la empresa Eolo Pharma.
A su vez, desde el punto de vista científico, destaco haber establecido una línea de investigación con una identidad definida, con interés biomédico, en particular las enfermedades metabólicas. Esta identidad científica fue construida con todo el equipo de trabajo del laboratorio y en muy estrecha colaboración con otros investigadores del instituto.
¿Cómo sentís que ha evolucionado el instituto desde que llegaste?
El instituto creció muchísimo y eso trajo muchos cambios desde el punto de vista organizativo. Por ejemplo, cuando ingresé a la institución (hace 11 años) conocí a todos los compañeros al poco tiempo de llegar. Ahora me cruzo con personas que aún no conozco.
¿Y cómo ha sido esta evolución en tu laboratorio?
Hacia la interna del laboratorio pasamos de tener una estructura pequeña, con personal en etapas tempranas de formación, a una estructura bastante más grande en cantidad de personas. Los equipos siguen teniendo una estructura piramidal, pero cada vez más elevada, ahora hay más personas con nivel de doctorado y esto redunda en equipos científicos con mayor capacidad.
El hecho de recorrer un camino científico y, al mismo tiempo, un camino empresarial hizo que cambiaran algunas cuestiones del día a día. Por ejemplo, tenemos que ser cuidadosos al momento de comunicar resultados. Además, la incorporación de una empresa nos profesionalizó mucho. Cuando comencé a trabajar, el camino científico y el del emprendimiento coexistieron casi que en paralelo porque las líneas de investigación que estaba desarrollando no dialogaban mucho con las que se desprendían de la parte empresarial. Pero ahora los dos caminos dialogan. Mis líneas de investigación pasaron a estar muy conectadas con las líneas de investigación de Eolo.
¿Cómo impactan en la investigación los avances recientes con respecto a los fármacos para tratar la obesidad?
Tenemos dos caminos de investigación en el laboratorio: uno es entender los mecanismos de evolución de las patologías con las que trabajamos (obesidad, diabetes y enfermedades cardiovasculares) y otro es el desarrollo de nuevos fármacos para estas enfermedades.
El laboratorio está generando avances a nivel farmacológico que pueden tener un impacto interesante a nivel clínico, y en ese sentido también nos nutrimos de los avances científicos internacionales en el tratamiento de obesidad y diabetes.
Cuando fundamos Eolo, nuestro eje principal era desarrollar un fármaco contra la obesidad (fruto de los resultados que teníamos a nivel preclínico utilizando ratones). En ese momento nos decían que era una locura porque las drogas para la obesidad siempre fallaban y al mercado no le parecía interesante invertir porque el riesgo era muy alto. Hoy entraron al mercado varias drogas contra la obesidad, una de ellas es Ozempic (Semiglutide) y se consume a nivel masivo, lo que generó nuevos desafíos para nosotros porque tenemos que competir.
Asimismo, el surgimiento de esta droga en el mercado llevó a que tratar farmacológicamente la obesidad ya no se vea como algo utópico. Entonces eso no desafía cada vez más para generar mayor novedad, pero a la vez hay más credibilidad en que las drogas puedan funcionar.
¿Cómo es estudiar una enfermedad que es considerada una pandemia como es la obesidad?
Es muy interesante y también es un desafío. En lo personal, siempre me atrajo el tema de las enfermedades crónicas no transmisibles e intentar entender cómo funcionan para desarrollar abordajes terapéuticos. Debemos ser muy cuidadosos al comunicar los resultados de las investigaciones a la población en general porque podemos generar falsas expectativas o ilusiones sobre una solución a la enfermedad a corto plazo.
En el laboratorio comenzamos a trabajar con un modelo preclínico, con ratones a los que inducimos la patología. Eso se haca en las fases iniciales de estudio. Pero los modelos tienen una gran limitación, porque si bien en algunos aspectos la patología en ratones se comporta como la patología en humanos, no son exactamente iguales. Muchas veces no predicen lo que va a pasar en el ser humano, en quienes la patología resulta más compleja. Nosotros desarrollamos un modelo de obesidad y diabetes en ratones que se produce de forma muy rápida (entre 8 y 15 semanas) y esto pretende emular una enfermedad que puede tardar entre 20 y 30 años en desarrollarse en un ser humano. Pero la capacidad predictiva que tienen los modelos animales en relación con lo que pasa en el ser humano tiene sus limitaciones, por eso, hay que ser muy cuidadoso.
¿Cómo ha sido llevar un conocimiento científico original del laboratorio a una empresa?
Fue un camino complejo y de mucho aprendizaje. Recibimos asesoramiento desde el exterior porque en Uruguay no hay mucha experiencia al respecto. Fue un desafío también porque buena parte de los desarrollos que hicimos con Eolo los empezamos a generar en China e India, y justo coincidió con el surgimiento de la pandemia en el 2020. El proceso también generó cambios en nuestra forma de pensar como científicos, porque nos obligó a hacernos preguntas de una forma distinta. El diálogo con las farmacéuticas muchas veces es diferente al diálogo que se da entre científicos, el tipo de preguntas cambia; tuvimos que madurar mucho en este proceso.
Una cosa es trabajar en el laboratorio en donde tenemos controlado el trabajo con ratones, y otra es pensar en un producto para un paciente. En este proceso conocimos más sobre los pacientes y eso fue útil para hacer mejor ciencia. Muchas de las preguntas que nos hacían desde las farmacéuticas nos obligaban a plantearnos experimentos o a desarrollar procedimientos que a la larga nos llevaron a mejorar la calidad de nuestro trabajo.
¿En qué está ahora el laboratorio?
Estamos enfocados en comprender cómo funcionan los mecanismos de acción del fármaco que generamos, porque cuanto más conocemos cómo actúa, más posibilidades tenemos de mejorarlo. Por otro lado, también lo estamos usando como herramienta para entender cómo funcionan los mecanismos homeostáticos durante la obesidad y otros procesos. A su vez, trabajamos en la etapa de desarrollo clínico, en la fase 1, que está destinada a evaluar la seguridad del fármaco (evaluar que no sea tóxico).
Ahora tenemos dos tesis de doctorado vinculadas a datos que surgieron con el desarrollo del fármaco y se están aplicando a la ciencia básica, por lo que, de la ciencia básica llegamos a la farmacología y a la empresa, y de la empresa estamos volviendo a la ciencia básica. Los caminos empiezan a cruzarse cada vez más; es como un círculo. De la ciencia básica generamos desarrollos que potenciaron la empresa la empresa y a su vez, la propia empresa genera datos que impulsan el desarrollo de la ciencia básica.
Para los estudiantes que trabajan con el fármaco (inyectándolo en ratones e incubando células), saber que hay pacientes que lo consumen les genera un estímulo muy grande porque quieren que el conocimiento que generamos en el laboratorio sirva para atacar una patología.
Ahora estamos validando nuestras ideas en pacientes y ese es un paso clave porque no solo hacemos estudios en modelos animales, sino que vemos si los resultados que obtenemos en ratones se reproducen en un paciente obeso o con diabetes y eso es resultado de diez años de trabajo.